Rosette Campo Profundo, copyright - Olivier Bernard & Philippe Bernhard -
La Nebulosa Roseta, conocida también como NGC 2237, es un vivero estelar que se encuentra a unos 5,000 años luz de distancia de nosotros, en dirección a la constelación de Monoceros, el Unicornio. Esta espectacular nebulosa tiene una forma distintiva que recuerda a la flor de una rosa, de ahí su nombre. Si bien en imágenes de gran campo como la mencionada, puede ser confundida con otras emisiones de hidrógeno, la Roseta destaca por su estructura más definida en la esquina inferior derecha.
Conectada a la nebulosa por filamentos irregulares, encontramos las nebulosas Cono y Piel de Zorro, bañadas también en la emisión difusa de hidrógeno, lo que añade belleza y complejidad a la región. Dentro de la propia Roseta, se halla el cúmulo abierto NGC 2244, que consta de jóvenes y calientes estrellas azules. Las violentas ráfagas de viento estelar y su intensa luz están limpiando el centro de la nebulosa, un proceso dinámico que podemos estudiar gracias a poderosas herramientas astronómicas.
Con un tamaño aproximado de 130 años luz de diámetro, la Nebulosa Roseta es una estructura considerablemente grande, extendiéndose en el cielo nocturno cerca de tres veces el diámetro de la luna llena. Esta hermosa manifestación cósmica no solo es una maravilla visual sino que también es una región de formación estelar activa, ofreciéndonos una ventana hacia la nascencia de nuevas estrellas, similar a cómo lo hace la más conocida Nebulosa de Orión.
En nuestros telescopios, la Roseta nos muestra con sus petalos de gas y polvo un escenario en el que la radiación ultravioleta de las estrellas jóvenes excita el gas hidrógeno circundante, creando un resplandor rojizo característico de muchas zonas de formación estelar. Además, en sus adyacencias a menudo se descubren otros fenómenos astronómicos como estrellas variables, nebulosas planetarias y densos glóbulos de Bok, que son indicativos de futuros sistemas estelares.
Estudiar la Nebulosa Roseta no solo apacigua nuestra sed de belleza cósmica, sino que también enriquece nuestro entendimiento sobre los procesos fundamentales que rigen la vida de las estrellas y el ciclo cósmico de la materia. Observadores entusiastas pueden cazar este jardín celeste con telescopios pequeños o cámaras fotográficas con lentes adecuadas, aprovechando noches claras y oscuras, lejos de la contaminación lumínica de las ciudades.
Artículo actualizado el miércoles, 14 de febrero de 2024
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